lunedì 11 ottobre 2010

Odio

Odio que no me quiera y aún más que no tenga el valor de decírmelo. Son las diez. Las diez de la noche y hace tres horas que llegó a casa. Estoy segura de ello. No me puedo creer que no tenga ganas de llamarme, que no quiera hablar conmigo. Me cuesta creerlo.
Le he mandado 10 mensajes al teléfono móvil y el no me ha respondido a ninguno. ¿En qué estará pensando?, ¿qué puede haber más importante que yo?. Para mi él lo es todo. Todo. Yo para él no soy nada. Maldito sea. Quiero aclarar con él por qué le he mandado tantos mensajes, necesito hablar con él. No me ha respondido ninguno, me he puesto nerviosa y en el último he sido muy agresiva. Necesito aclararlo.
Odio tener que esperar durante horas sus llamadas. Son las diez y media. Las diez y media y sigo sin saber nada de él. Le he llamado 7 veces, y no me responde. Yo sé que no me quiere. Lo sé. Si me quisiera, me llamaría. Sabe que lo estoy esperando. ¿Por qué no me lo dice?, ¿por qué no me dice: no te quiero, y ya está?. ¿Por qué no me libera de este sufrimiento? Es tan cobarde que dice que me ama. Prefiere tenerme pendiente de él como una idiota. No es más que un cobarde. Seguramente me está castigando por los mensajes que le he mandado, quiere que me de cuenta de que he exagerado. Quiere que yo me de cuenta de que no me quiere,
Odio ponerme tan nerviosa, pero son las once. Las once, y no me ha respondido aún a ninguna llamada. He probado cada tres minutos en la última hora. ¿Dónde estará?. ¿Por qué no me responde?. Si me quisiera me habría mandado al menos un mensaje, diciéndome donde está o con quién esta. ¿Con quién estará?. Tiene una compañera de trabajo de la que siempre habla bien, una tal Susana. Habla demasiado bien. Si quiere estar con ella que me lo diga. Si me está engañando que tenga el valor de confesarlo. No es más que un cobarde. ¿Por qué me tortura? ¿por qué me hace sufrir tanto?
Que me deje. Que deje que yo deje de sufrir. Sufro. Sufriría si me deja. Pero sufro más porque no me quiere. ¿Qué es lo que quiere de mi? Le odio. Odio que no me quiera. Quiero morir si no me quiere. Muero porque me quiera.
Odio que me mienta. Son las doce, y me ha llamado. Las doce y no ha sido capaz hasta ahora de llamarme. “Me han secuestrado”, me dice, “Mira las noticias”, se excusa, “El robo del banco Emiliano”, se inventa. No voy a ver la televisión. No me importa si es verdad o no. Si me quisiera me habría llamado antes, el teléfono funciona incluso con terroristas delante. Odio que cualquier escusa sea buena. Odio que sea bueno con sus excusas. Si no me quiere que me lo diga . Odio que no me quiera.

domenica 3 ottobre 2010

El Rey

Viva Elvis, viva el rey del rock!
Con esta frase comienzo mi espectáculo. Después, suenan las primeras notas de “Jailhouse rock”, me arranco la túnica negra que llevo, dejando ver un traje blanco con cuello alto y un diseño de pavo real dorado bordado a mano, y durante las siguientes dos horas intercalo imitaciones de mi héroe de Menphis, con trucos de magia. En mi tarjeta de visita puede leerse: “Graceland, el Rey de la magia: Elvis, conejos, levitación e ilusionismo. Vuela con el rey. No se admiten pagos con tarjeta de crédito”.
Ahora me dedico a animar bodas, cumpleaños o fiestas de empresa, pero Elvis ha estado presente en mi vida siempre, con su música sonando en mi tocadiscos o en mi cabeza. La banda sonora de mi vida podría comenzar con “Suspicius Minds”, oyéndose de fondo mientras me encuentro a la edad de 8 años en la habitación de mi prima favorita, Susana, jugando con piezas de construcción y siento una molestia creciente en mi interior, una fuerza que empuja dentro de mis entrañas: las incontenibles ganas de tirarme un pedo. Avergonzado por el estruendo que soy capaz de emitir en esas circunstancias, tenso mis músculos con empeño, aprieto con fuerza, tratando de ganar a mi esfínter la batalla. Me concentro en mi intestino, intentando contener la masa de aire que lucha por salir con tanto ahínco que la frase “¿ qué haces ahí arriba?” retumba en mi cabeza durante varios segundos antes de ser entendida por mi cerebro. En ese momento, abro los ojos para pedir a mi prima que repita la pregunta y me encuentro levitando sobre el armario, a unos dos metros del suelo. Fue la primera manifestación de la “Aerofagia de Argiles” que padezco, llamada así por Vacunio Argiles, el primer caso documentado en 1911 en la ciudad mejicana de Oaxaca, donde se describe el caso de “levitación espontánea por transformación del gas acumulado en el tracto intestinal inferior en uno de densidad menor debido posiblemente a la existencia de una enzima desconocida”. O dicho de otro modo, se produce en mi intestino el mismo principio que en los globos aerostáticos, una diferencia de densidad entre gases que empuja mi cuerpo hacia arriba.
Mi vida podría continuar con la melodía “In the Ghetto”, aislado por voluntad propia por el pánico a hacer el ridículo. Pasé el resto de mi infancia y adolescencia con el terror de no controlar mi vuelo, temiendo la burla, la carcajada cruel, evitando el contacto con los muchachos y sobre todo muchachas de mi edad. La sola idea de encontrarme en frente de una niña y lanzar una estruendosa ventosidad o ponerme a volar me aterrorizaba, así que me refugiaba en mi cuarto, solo, oyendo a Elvis, imaginándome una vida distinta, un cuerpo diverso: siendo el rey. Todas mis fantasías seguían los guiones de sus películas: El rock de la cárcel, Paraíso Hawaiano, El indómito. Los personajes secundarios eran interpretados en mi cabeza por las personas que conocía, mi maestra era la monitora de natación de Cita en las Vegas, mi tío el mejor amigo de Elvis y así hasta completar todos los actores que necesitaba para vivir mi vida imaginaria en la que sabia que el protagonista iba a triunfar, iba a llevarse a la chica, a cantar y enamorar a todos los que le rodeaban.
La última canción que acompaña a mi historia probablemente es “Return to sender”, la que canté por primera vez a Guillermo, el cartero de mi barrio por aquel entonces, ahora mi representante, mi amigo y mi amante. El único ser que supo encontrar dentro de mi el talento, y transformarlo en un espectáculo de entretenimiento. Cuando lo encontré por primera vez, me entregaba una carta devuelta por la inexistencia del destinatario, “Revise la dirección de esta Priscilla Presley” me dijo y yo le invité a comer en mi casa, un plato de garbanzos, y a volar juntos.
Ahora actúa conmigo, disfrazado de conejo celeste, apareciendo detrás de una chistera gigante mientras yo sobrevuelo el escenario cantando “It's now or never. No puedo decir que tengamos éxito, la gente no aprecia nuestra mezcla de géneros, pero ganamos lo suficiente para seguir viviendo, y sobre todo, somos felices compartiendo la pasión por nuestro mito.
Gracias Elvis, gracias Rey.

venerdì 24 settembre 2010

Mi aventura con Klaus

(Otra historia de pura ficción, con alguna que otra inspiración con mi vida :))

Conocí a Klaus en Málaga el mismo día que terminaba el proyecto para el que yo trabajaba allí. Al día siguiente tenía que volver a la sede central de mi empresa consultora y reanudar mi labor en Madrid. Mi jefe, Moisés me había presentado tres meses antes la tabla de los 10 mandamientos de cualquier empleado desplazado, en la que aparecía en tercer lugar: “Utilizar el alojamiento facilitado por la empresa para fines únicamente profesionales”, que en otro modo podía describirse: “No seas pendón desorejado , no lleves a nadie a dormir al apartamento que tu empresa te paga, que no queda muy fino”
Pero cómo no iba a hacerlo. Klaus era sin género de dudas el hombre de mi vida, si ésta era corta, y un hombre muy guapetón con quien pasar unas buenas noches, si iba a vivir más tiempo. Era muy rubio, muy alto y muy alemán, por ese orden de importancia, aunque el orden de estos tres factores no alteraba el producto. Rubio como si lo hubieran pintado con pistola industrial: un solo tono y muy bien adherido. Alto como un mástil, tanto que cada vez que le quería dar un beso me planteaba la posibilidad de poner un andamio a la altura de su cadera para facilitar el proceso. Y alemán, desde que nació, sin remedio, y sin posibilidad de que soltara una palabra en otro idioma que no fuera el suyo. Menos mal que yo dominaba la lengua debido a mi gran afición, por no decir enfermedad, a adquirir y completar cualquier colección por fascículos que se pusiera a la venta en septiembre, un mes que da especial flaqueza a mi estima y como consecuencia también a mi monedero. Las más largas y completas fueron “Mandíbulas postizas de época”, poco higiénico pero revelador, y “Alemán como si hubiera estado usted allí al menos una noche”, que fue el que me suministró los conocimientos para mi aventura con Klaus
Resuelta a no perder la oportunidad de conocer al hombre de mis sueños ligeros por más de una noche, llamé a mi jefe, por su nombre y por teléfono suplicándole que me dejara tomar vacaciones esa semana (y utilizar uno de los dos apartamentos a disposición para los empleados si estaba libre) poniendo como excusa que mi hermano, que vivía en Australia porque no se me ocurrió nada más lejos, había comprado un billete para visitarme allí y me parecía una falta de integridad moral y fraternal no quedarme con él durante ese tiempo. Mi jefe, Moisés, que me debía más de una hora extra que jamás vendría remunerada se apiadó de mí y me concedió las dos cosas: las vacaciones y el apartamento: “pero así quedamos en paz con tus horas de más”, concluyó con su tono habitual entre simpático y amenazador, sin llegar a ser nada más que irritante y odioso.
Yo estaba flotando en una brisa de felicidad: una semana con mi alemán disfrutando de mi conquista en una ciudad encantadora y en un apartamento gratis, que es la palabra que siempre fermenta el placer. Era tal mi atracción por este mozo y mi satisfacción por el triunfo conseguido, que el hemisferio izquierdo de mi cerebro, que suele ser el que me da señales de advertencia, en su estado de embriaguez amorosa olvidó que mi jefe había reservado el otro apartamento (en el mismo pasillo que el que yo ocupaba) para visitar a los clientes allí, justo al día siguiente. Era la acostumbrada visita de cortesía posterior a nuestra intervención como Empresa consultora que yo había recortado de mi mente como la etiqueta de una camisa nueva
Así que al día siguiente de mi portentosa llamada, y después de una noche de amor intermitente, a las 8 y 10 para ser exactos, sonó el timbre de la puerta.
Mientras Klaus aprovechaba la improvisada alarma para aligerar su vejiga en el baño yo fui a ver quién importunaba a esas horas de la mañana a dos amantes tan bien avenidos. Cuando abrí la puerta esperando a algún vecino impertinente, me encontré a Moisés en albornoz y con el pelo enjabonado, tiritando y con una expresión que invitaba a todo menos a la broma. Soltó un rápido: “Ya sé que no son horas, pero no sale agua en mi baño, maldita sea. Por favor, mira a ver si han cortado el agua también en el tuyo, si no, me lavo aquí”, y dicho esto se lanzó al pasillo sorteando mi cuerpo como un jugador experimentado de baloncesto. Para entonces Klaus ya había comprobado que efectivamente el corte era general y me lo estaba diciendo, en su idioma, a voz en grito desde el otro lado del corredor, que por cierto era corto y por tanto sus berridos resultaban excesivos, pero no tuve ocasión para hacérselo notar, porque Moisés, que estaba a dos dedos de él y había mudado su expresión hacia una más detectivesca hizo las mismas apreciaciones que yo, pero en orden inverso:
“Qué alemán, que alto y que rubio es tu hermano, Cristina”. Y concluyó: “O es adoptado o tu eres una gran..” y añadió una palabra que aludía a mi generosidad para con el género masculino que en su momento no me sentó muy bien, pero ahora que lo pienso en frío tampoco.

mercoledì 15 settembre 2010

La tésis de Baltasar

Un bebé es un detector perfecto para un campo minado.
Prueben ustedes a dejarlo solo en una habitación y verán como es capaz de detectar aquello que más ensucia o que más les puede perjudicar y dirigirse hacia ello como una exhalación. Si hay un cepillo van a chuparlo, si es un enchufe a meter los dedos, si es un cuchillo a cogerlo como un sonajero. Los seres humanos sentimos una innata atracción por el peligro. El miedo es la madurez de nuestra conciencia que, a medida que se desarrolla se desprende de la osadía para hundirse en la prudencia.
Allí donde nació Baltasar, a los niños se les tiene encerrados en una jaula suspendida en las ramas de un árbol, y sólo se les baja para que sus madres puedan amamantarlos en los momentos del día que el jefe de la mirada lánguida pero cabello fuerte determine. Y esto ocurre hasta que cumplen los tres años para que no degenere su atracción por el peligro. Pasado ese periodo y hasta que cumplen la adolescencia no se les deja salir del poblado. LLegados los 12 años es tal el deseo de enfrentarse a lo desconocido y tanta la rabia acumulada que desarrollan un inigualable agresividad y valentía. Son excelentes guerreros, sanguinarios e inclementes. Se conocen hasta ahora 18 tribus enemigas, pero ninguna es rival. La palabra que en las distintas lenguas de los poblados vecinos equivale al nombre de la aldea de Baltasar es en todas ellas sinónimo de muerte.
Baltasar nació ciego. El jefe de la mirada lánguida determinó mantenerlo en la jaula hasta que cumpliera los tres años, la edad de “la libertad del alma blanca”, alimentándolo sólo con jugo de raíz. Una vez alcanzada la edad suficiente para salir de la jaula se le abandonaría en el bosque. Si merecía ser un guerrero, volvería al poblado vivo, si no, moriría para alimentar a los animales salvajes con su cuerpo defectuoso.
Tres días después del abandono forzado apareció delante de la casa de su madre acompañado de un tigre blanco. Después de horas de incertidumbre y observación se descubrió que el niño podía ver a través de los ojos de la fiera que permanecía mansa a su lado y no se despegaba ni un sólo metro de él. Nadie podía saber que el tigre había sido abandonado por la manada moribundo y que sólo la presencia de Baltasar permitía que permaneciera con vida, como si ambas criaturas destinadas a una muerte inmediata hubieran encontrado una simbiosis desesperada en contra de los instintos de su naturaleza en un esfuerzo extremo de lucha contra la crueldad de su especie.
La tésis de baltasar, que detallaré en mi próxima visita si ustedes me lo permiten puede resumirse así:“el miedo impide acercarse a tigres que pueden darnos la visión real del mundo”

venerdì 3 settembre 2010

Fiesta de las abejitas

Pongamos como hipótesis poco probable que a alguien le importara qué pienso acerca de algo, y en modo más concreto, qué pienso sobre el infierno y azuzado por la incertidumbre me preguntara: Teresa cómo te imaginas el infierno?, respondería sin dudarlo: "Una colchoneta, o una piscina de arena (depende del día me lo imagino de una manera u otra) repleta de bebes jugando y rodeada de padres soltando "deja eso que no es tuyo", "cuidado que te vas a caer", "no le des tan fuerte", "venga que nos vamos a ir". ESO es el infierno.

Tomando como premisa esto que he contado arriba, ayer estuve en la fiesta de bienvenida de la guardería de Paolo. Estaban invitados todos los padres y todos los hijos de las distintas "secciones" (Paolo pertenece a la sección abejitas, menudo nombre maricón). Nos recibieron en el jardín de la guardería.
En el momento que entré, vi materializado el infierno dantesco: niños de distintas edades correteando, gateando o simplemente tocando las narices y padres en grupitos hablando presumo, de "nuestras cosas", que hasta día de hoy puedo resumir en: cuánto cagan los hijos, cuánto duermen los padres y por último la competición acerca de los listos que son (los hijos) "pues el mío gatea desde los 5 meses", "el mio tiene ya 8 dientes" "pues el mío nos hace ya la declaración de la renta".

Yo me siento terriblemente incómoda con otras madres (que no sean amigas mías, claro, en cuyo caso me caen tan bien ellas que sus hijos me parecen una ricura, como el mío) porque me importa un huevo lo que me tienen que contar de sus hijos y ademas me parecen todos horribles. Me pasa como con los clientes de mi último trabajo que en las cenas empiezan a decirme cómo podríamos mejorar nuestros productos y a mi que me importa un auténtico churro tanto lo que ellos piensan como el desarrollo de la mierda de productos que vendo, respondo las primeras estupideces que se me ocurren mientras sudo como un pollo y me lleno la copa de vino para ir pasando el trago. Sólo que en una fiesta de guardería sólo te dan una mierda de zumo de melocotón, nada de cerveza, ni qué decir de pacharan, eso es un funeral!

Mientras esperaba sentada en un banco a que pasara un rato para irme, vi entrar a mi cuñada que llevaba también el niño (de casi un año) ,que, como me imaginaba, me saludó y se fue a hablar con las madres de su sección diciéndome "voy a socializar un poco aunque pufffff es un rollo hacerlo". Mi cuñada pertenece al tipo de madre "rollo alternativo", que como puedo inferir de su comportamiento se trata de vestir con lo que venden de descuento en los puestos peruanos de las fiestas de pueblo y hacer lo mismo que todo el mundo, pero soltando un "puffffff, es un rollo hacerlo" con aire desmayado de superioridad intelectual al final. Algún día profundizaré en este asunto.

Así que traté de imaginarme que niño podría tener la misma edad que Paolo, me acerqué a una negraza muy exuberante que llevaba un niño en brazos y le dije: "me imagino que esta será la compañera de Paolo este año", sonriendo a 50 dientes y me respondió con naúsea infinita "pero si sólo tiene 15 dias!, es la hermana de 2 años que está ahí la que entra", ante semejante fracaso (yo que cóño voy a saber cuanto tiempo tiene un niño!!!, si llevaran una etiqueta con la fecha de envase como las botellas de leche seria más cómodo) me volví a sentar y esperé a que pasara un rato decente para poder irme mientras me bebía la mierda esa de zumo de melocotón.

Pasé el resto del tiempo deprimida hablando con un par de madres de las abejitas (que nombre maricón), pensando que esto sólo es el principio, cuántos años me esperan de tomar zumo de melocotón. Mientras tanto, Paolo dormía tan ricamente. Se durmió cuando entramos al fiestón y se despertó cuando salimos. Le dije "qué listo eres cabrón", y me respondió con una de sus sonrisas que me derriten. Qué vida ésta

martedì 31 agosto 2010

Parmesano no

Para mi, lo peor de tener niños es sin duda alguna el momento de las reuniones familiares, ( y si la familia es de tu marido o de un amigo ni os cuento, cuanto más desconocida es la gente más te tocan las narices). Fundamentalmente ocurren tres cosas:

1)Sobeteo. Todas y cada una de las tias soban, abrazan, besuquean, chuperretean y cantan canciones horrendas con voces diabólicas al niño que despues de un rato quiere volver al útero donde se crió.
2)"Tiene hambre". Cuando el niño está ya que no puede más, que prefiere cuatro vacunas seguidas antes que otra tía lo licue a besos pegajosos, y llora como si en ello le fuera la vida, siempre está la que dice "este niño tiene hambre", y yo que en vez de decir lo que pienso: "con lo que huele tu aliento a ajo, lo que tiene mi hijo es ya un trauma" , sonrío y digo, "si, seguramente" ("tia zorra", me gustaria añadir pero tambien me lo callo)
3) Consejos. Y lo peor, lo peor son los consejos y comentarios sobre todo y para todo, gratuitos, estúpidos, no solicitados y soltados con una clarividencia que haría temblar los muslos de la bruja Lola.
Os cuento mi testimoño: Ayer fuimos a comer a casa de un amigo estaba toda su familia, tías, abuelas, padres, hermanos, vamos, un buen caldo de cultivo.
Cuando me dispuse a darle de comer la papilla a Paolo, la segunda de su vida, claro, la criaturica se quejaba porque está acostubrado a la velocidad del biberón, que en cuatro chupeteos ya se llena la tripa, en cambio con las cucharadas la cantidad es menor, así que después de la primera, empezó a gimotear. Inmediatamente, la cocina se llenó de familiares que como si hubieran pagado una entrada al fútbol, se veían con el derecho de comentar la jugada. Sólo que en vez de decir "pasa el balón", fue esto lo que dijeron:

Comenzó desde la segunda cucharada.Paolo lloraba:
La abuela: "es que tiene frio en los pies", el padre:"hombre yo le pondría calcetines", la madre" A los niños el frío les entra por los pies", la hermana: "Si, yo le pondría calcetines".
Y yo se los puse.

Tercera cucharada. Paolo berreaba
La abuela: "Y no calientas la papilla antes?", el padre: "la tenías en un termo, pero yo la probaria antes", la madre: " hay que probar la papilla antes, si te gusta entonces les gustara", la hermana: " Yo la probaría".
Y yo probé la papilla (por quinta vez)

Cuarta cucharada. Paolo soltaba alaridos
La abuela: "le habras puesto parmesano, si no no se lo come", el padre: "claro, sin parmesano no se lo comen", la madre: "hombre al menos una cucharada hay que ponerle", la hermana: "yo le pondría al menos un poquito"
Y ya hasta las gónadas respondí que como madre española que soy, no le pongo parmesano ni aunque me lo recete el medico (que efectivamente es así, todos los pedriatras en italia dicen que se le puede poner parmesano a la papilla)
Y me miraron exactamente igual que si hubiera dicho "que no le pongo pañales, que se mee encima" o "que se vuelva a casa haciendo auto stop, qué coño"
desconsolados por la noticia me dejaron en el salón sola, y mientras salían oí que la abuela decía en voz baja "pero cómo no va a llorar si no le pone parmesano"

Y me imaginé la misma escena, en Mejico: con una abuela diciendo: "cómo no va a llorar si no le pone frijolitos", o en China: "cómo no va a llorar si no le pone salsa de soja",o quién sabe si en Andalucia la abuela hubiera dicho: "Cómo no va a llorar si no le pone antes unas aceitunitas y que vaya picando"
en fin...

venerdì 6 agosto 2010

Vacaciones en el mar

Aprovecho el momento de asueto que me regala aqui mi menor de edad para desearos felices vacaciones a los que estais por ahi dándolo todo y a los que esperais hacerlo en breve. Mis condolencias a los que como yo se quedan a vigilar que nada se mueva de sus sitio en agosto.

Yo ya he tenido mis vacaciones no os creais, en julio me fui una semana a Marina Romea, el sitio de playa más cerca de donde vivo. Por Dios buscadlo en google y admirad ese marco incomparable. Sin lugar a dudas el lugar más cutre del universo conocido, probad a escribir marina romea en el navegador y entrará en error, bloqueo total, al segundo intento aparece un mensaje que dice "esta seguro de que quiere ir ahi????, a hacer queeeeeee?????".
Estuve una semana en un hotel con paolo y Luca venía a cenar y dormir. Qué puedo decir del hotel. Una joya para un museo arqueológico. Ese hotel en los años setenta debía ser decrépito, ahora estaba simplemente en estado de descomposición atómica. Al llegar a la habitación se nos rompió la llave por la mitad al intentar abrir la puerta. Al segundo intento con otra llave entramos y Luca, que tiene un estómago fuerte me dijo, "creo que en la India hemos estado en sitios mejores". Era una suite con 6 camas en litera, probablemente porque a pesar de decir que éramos una pareja con bebe los dueños estaban tan convencidos que el ambiente romántico que se inhala por doquier inspira tanto a la fornicacion que en una semana seríamos una familia numerosa. Lo cierto es que si cuento los mosquitos que de media debían pesar unos 15 kilos cada uno al final de la semana éramos en esa estancia todo un regimiento militar, algunos más peligrosos que otros. En el ascensor de última tecnología de la era glacial no cabía el carrito asi que o subia al niño en brazos o el carrito o a los dos dependiendo como me sintiese de fuerte y las ganas que tuviera de rifarme una hernia. El ambiente de los clientes, pues el que se respiraria en "pension la jacinta", todos parecia que vivian alli desde siglos y nos recibieron como si fueramos los primos del extranjero, vamos que no comí sola ni un solo día, porque una abuela u otra se sentaba conmigo a hacer monerias a Paolo mientras me contaban su vida por capítulos.
....En fin, para no cansaros, resumo: Marina Romea, gran lugar, y yo que pensaba que igual me aburriria con un bebe toda una semana en la playa y en el sitio más cutre de la galaxia me lo pasé fenomenal aún recuerdo con estupor ese velero que había en la entrada del hotel como toque fino de decoración, madre mía, la mayor concentración de masa y polvo que se puede encontrar despues de un agujero negro