martedì 1 dicembre 2009

Mucha clase

Esta semana me estoy aburriendo con premeditación y alevosía. Menos mal que de vez en cuando salta la alarma de incendio del edificio porque alguien ha tocado algo del ascensor (por Dios no me pregunteis qué tiene que ver una cosa con la otra) y a parte de desatar el pánico en la casa, entretiene. Un día habrá un incendio de verdad y nos quedaremos todos en el sofá pensando que ya está otra vez ese maldito ascensor dando por saco.
El otro día sonó y a mi no me daba la gana de bajar 11 pisos con el globo aerostático que llevo encima, así que llamé a Luca para que llamase a Lorenzo (no tenía su teléfono) el camarero chismoso oficial del barrio y se enterase de qué ocurría. A los dos minutos oigo tres golpes en la puerta y me encuentro a Lorenzo acompañado de otro ciente en traje y corbata, sudando los dos como porcinos. Se habían hecho los 11 pisos a la carrera "para salvarme". Le dije: "pero Lorenzo, ¿hay fuego?", "No, que va, es una falsa alarma", ni qué decir tiene que pensé qué demonios de sentido tenía entonces venir hasta ahí para decirme eso, pero me lo callé, evidentemente se aburre mucho más que yo. Esa misma noche Luca en el bar cogió el cuchillo de cortar los cruasanes le tocó los hombros y le nombró caballero de la torre 27.

Por cierto, y continuando con la cosa de mi piso, conozco a la pareja perfecta, esa que sale en los anuncios desayunando cereales. Son los de enfrente de mi rellano. Ninguno es especialmente guapo, pero son perfectos. Siempre impecables. A ella a las 7 de la mañana te la encuentras oliendo a perfume de primavera, con el pelo planchado, vestida como para una boda elegante e informal, pintada como un cuadro renacentista y una sonrisa de portada del Hola. Su maletín de piel, su abrigo de paño, su sacudida de pelo a la derecha dejando una estela de "eau de tiabuen". Y yo en el mismo ascensor con el pelo sucio, una gorra comprada en los chinos, el abrigo diciendo a gritos méteme en la lavadora, y las legañas en pleno "happy hour" de mi lagrimal, intento esconderme detrás de mi bolso. A las 9 de la noche huele aún mejor mientras yo soy un proyecto de desguace.
Su piso es un monumento al diseño, paredes de cristal, muebles aeroespaciales, decoración de galería de arte y siempre sale un aroma de su casa a pastelitos recién cocinados. Y luego pienso en nuestro apartamento, decorado como un guateque de tercera con flores, floripondios y pajaritas por todas partes, con tres vasos en nuestro ajuar de la cocina del los cuales uno es de la Nutella con el dibujo Kung Fú Panda, y en lugar de los cuchillos de una cubertéria normal usamos las navajas de Luca, y oliendo siempre a comida requemada.
Creo que ni aunque me dieran un cheque en blanco y tres meses de tiempo para ponerme a la altura lo conseguiría. Con la clase se nace, y a mi me ha tocado ser simpática, y sólo a veces, qué le vamos a hacer.