martedì 1 dicembre 2009

Mucha clase

Esta semana me estoy aburriendo con premeditación y alevosía. Menos mal que de vez en cuando salta la alarma de incendio del edificio porque alguien ha tocado algo del ascensor (por Dios no me pregunteis qué tiene que ver una cosa con la otra) y a parte de desatar el pánico en la casa, entretiene. Un día habrá un incendio de verdad y nos quedaremos todos en el sofá pensando que ya está otra vez ese maldito ascensor dando por saco.
El otro día sonó y a mi no me daba la gana de bajar 11 pisos con el globo aerostático que llevo encima, así que llamé a Luca para que llamase a Lorenzo (no tenía su teléfono) el camarero chismoso oficial del barrio y se enterase de qué ocurría. A los dos minutos oigo tres golpes en la puerta y me encuentro a Lorenzo acompañado de otro ciente en traje y corbata, sudando los dos como porcinos. Se habían hecho los 11 pisos a la carrera "para salvarme". Le dije: "pero Lorenzo, ¿hay fuego?", "No, que va, es una falsa alarma", ni qué decir tiene que pensé qué demonios de sentido tenía entonces venir hasta ahí para decirme eso, pero me lo callé, evidentemente se aburre mucho más que yo. Esa misma noche Luca en el bar cogió el cuchillo de cortar los cruasanes le tocó los hombros y le nombró caballero de la torre 27.

Por cierto, y continuando con la cosa de mi piso, conozco a la pareja perfecta, esa que sale en los anuncios desayunando cereales. Son los de enfrente de mi rellano. Ninguno es especialmente guapo, pero son perfectos. Siempre impecables. A ella a las 7 de la mañana te la encuentras oliendo a perfume de primavera, con el pelo planchado, vestida como para una boda elegante e informal, pintada como un cuadro renacentista y una sonrisa de portada del Hola. Su maletín de piel, su abrigo de paño, su sacudida de pelo a la derecha dejando una estela de "eau de tiabuen". Y yo en el mismo ascensor con el pelo sucio, una gorra comprada en los chinos, el abrigo diciendo a gritos méteme en la lavadora, y las legañas en pleno "happy hour" de mi lagrimal, intento esconderme detrás de mi bolso. A las 9 de la noche huele aún mejor mientras yo soy un proyecto de desguace.
Su piso es un monumento al diseño, paredes de cristal, muebles aeroespaciales, decoración de galería de arte y siempre sale un aroma de su casa a pastelitos recién cocinados. Y luego pienso en nuestro apartamento, decorado como un guateque de tercera con flores, floripondios y pajaritas por todas partes, con tres vasos en nuestro ajuar de la cocina del los cuales uno es de la Nutella con el dibujo Kung Fú Panda, y en lugar de los cuchillos de una cubertéria normal usamos las navajas de Luca, y oliendo siempre a comida requemada.
Creo que ni aunque me dieran un cheque en blanco y tres meses de tiempo para ponerme a la altura lo conseguiría. Con la clase se nace, y a mi me ha tocado ser simpática, y sólo a veces, qué le vamos a hacer.

lunedì 30 novembre 2009

Autoayuda

Ahora que tengo las hormonas en régimen "todo incluido", y hacen lo que quieren de mí a cualquier hora, tengo más momentos de bajísimo estado anímico y cuándo esto ocurre reacciono con una de estas tres alternativas:

1) Llamo a una amiga, le digo que estoy desanimada y en cuanto acabo de pronunciar la última sílaba de esa frase me responden "yo mucho más porque ...." y acabo escuchando todas las desaveniencias y circunstancias anomalas de mi interlocutora desde la hora 00:00 del dia presente hasta el momento actual, que está muy bien, pero no es precisamente lo que buscaba como consuelo, hay dias en que tienes ganas de ser tú el centro del mundo, y nunca toca.

2) Ponerme hasta las cejas de chocolate, a la taza, en porciones, en birutas,en praliné, cualquier formato es fenomenal y cumple su función. El problema es que 15 minutos más tarde me siento 300 gramos más gorda que antes y sumo a lo que ya llevaba el remordimiento de la gula.

3) Leer un libro de autoayuda. Al menos no tiene efectos secundarios como las opciones anteriores. Tengo muchos, desde el primero que leí: "Tus zonas erroneas" hasta mi última adquisición y cito textualmente traducido del italiano "Cómo dejar de hacerse pajas mentales"

Creo que podria resumir en lo que sigue los fundamentos que una y otra vez se repiten en los libros, con distinto título:

- "Acéptate tal y como eres. Afronta la realidad, con optimismo y sin juzgarte."
Eso está muy bien, me deja mucho mas tranquila. Pero luego pienso que eso lo puede leer también la zorra de la cajera del supermercado de mi barrio, que todas las veces me tira los productos del cliente siguiente encima de los míos sin esperar a que acabe y creo que ella no debería jamás sentirse optimista consigo misma.
En estos libros echo en falta el párrafo: "Respétate y quiérete como eres, a menos que seas el jefe de desarrollo de la empresa de Teresa, que tienes que asumir que eres un chulo y un machista, y necesitas una reforma hasta el techo".

- "Acepta el presente tal y como es y disfruta al máximo lo que te ofrece tratando de pensar sólo en lo positivo". O dicho de otro modo: tú estás en la cima de una colina el 20 de mayo disfrutando de una puesta de sol, con una temperatura perfecta y una compañía inmejorable y se acerca lo que comunmente conocemos como una "mosca cojonera" que no te deja ni un segundo de respiro: olvídala, céntrate en todas las cosa buenas que te rodean. Yo personalmente soy partidaria de matarla, acabas antes y es mas eficaz, pero claro, yo no escribo libros de autoayuda.

- "No pienses en el pasado o en el futuro, no existen, lo unico con lo que cuentas es el presente. Disfrútalo". A mí lo único que me viene a la cabeza con esta máxima, para disfrutar realmente del momento presente, es ir al despacho del jefe de desarrollo y decirle: "Mira pedazo de chulo, te metes por el culo hoja por hoja el informe que me acabas de pasar", eso si que seria disfrutar, pero claro, ahora mismo no existe el futuro, pero es mñas que probable que luego exista y me traiga las consecuencias con todo su esplendor.

- "Se egoísta, aprende a decir no". Eso es, lo que me faltaba para la convivencia, con lo difícil que es estar con la pareja y no acabar a guantazo limpio encima me voy a poner exigente, entonces salimos en los periodicos.

En fín, no hay nada perfecto, pero hay que aceptarlo.

27 Via Cogne

Hoy es un día lluvioso y gris. Estoy desanimada, el único toque de color me lo ha dado esta mañana la visita de dos testigos de Jehová. Creo que entre las dos no sumaban 20 dientes, sonreían mucho, eso si, pero se veían tantos huecos en la boca que me preguntaba yo si eso lo da la devoción o la casualidad ha querido unir a dos enemigas del dentista.

Para animarme, estaba pensando en los recuerdos literarios de mi infancia, que se limitan a los tebeos que leia: TBO, Pulgarcito, Zipi y Zape, Jauja..., recuerdo con especial nostalgia Los Inventos del Profesor Franz de Copenhage (llevo semanas intentando encontrar una recopilación de sus invenctos por Internet), y la impagable "13 Rue del Percebe", con su caco, (que no ladrón, las palabras "caco", "sisar" y "merluzo" aparecían siempre en los tebeos), su tendero miserable, el doctor con casos imposibles y sobre todo, mi favorita: la portera chismosa.
Cuánto hubiera deseado haberme mudado a una casa con portera de las de antes: moño, toquilla, bata de flores, locuacidad y mucha mala leche.
Afortunadamente ha querido el destino que en mi camino se me presente en vivo y directo, donde resido ahora, la versión a la italiana de la "13 Rue del Percebe": "27 Via Cogne" (se lee coñe, tiene su guasa).

En el "27 Via Cogne" tengo mi camionero jubilado, el jugador de fútbol profesional con lesiones frecuentes, dos revisores de trenes, un militar muy bién equipado con su uniforme y todo, una lesbiana con perro, la ex-novia del futbolista ligera de cascos y el del tercero, al que nunca he visto pero del que circulan muchas leyendas sobre él, todas malditas, por supuesto.

Y el mejor de todos: la version italiana de la portera del 13 Rue del Percebe: Lorenzo, el dueño del bar de abajo. Es la gacetilla del barrio, como un miembro
más de todas las familias del bloque. Cuando bajo a tomar el desayuno (un capuchino en el que me dibuja con chocolate una flor, una estrella o nada, segun le vaya el humor), me dice a qué hora ha salido Luca por la puerta, "Hoy a las 5:45 de la mañana, 10 minutos más tarde que ayer" y me da un repaso general de las circunstancias de todos los del barrio: "el futbolista lo ha dejado con ese putón", "la del perro es lesbiana seguro", "el revisor está saliendo con la del octavo", y el tendero....,ay, el tendero, ése es el peor de todos, la tiene jurada con el tendero porque es napolitano y fanfarrón, "una tapadera de la mafia su negocio", "todas sus lechugas tienen bicho", "la carne la compra de tercera", "no tiene nata en spray".

Si alguna vez me venís a verme y no me encontrais en casa, vosotros preguntad a Lorenzo, que os dira a qué hora he salido, dónde he ido y a qué hora se estima que voy a volver.

Poste Italiane (2)

Acabo de volver a Poste Italiane con 17 postales de Navidad para enviar a mis amigos en España.
Realmente el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, a parte de mi gato Micifús que siempre se atraca de pasta y luego se pasa dos días como una estatua obesa de marmol.

La tía de la ventanilla ha pesado una carta, ha multiplicado el precio de esa carta por 17 en el ordenador. No se ha quedado convencida. Ha cogido una calculadora que regalan en los chinos si compras un pack de bragas de Hello Kitty y ha repetido la operación. Tampoco estaba satisfecha. Ha tomado un papelillo, que seguramente era algún documento importante, le ha dado la vuelta para hacer las cuentas a mano. Me ha mirado, yo quería preguntarle si necesitaba pedir el comodín del público. Me ha dicho el precio, le he dado el dinero, y para mi sorpresa en vez de ponerle los sellos a las cartas, ha rodeado el montón con una goma elástica, ha puesto encima el papelujo con su multiplicación y las ha dejado en la estantería de detrás, al lado del bocadillo de la merienda.

Le pregunto estufefacta: "¿Ya está?, ¿No le pone los sellos?". Responde: "Si, no se preocupe, que nos encargaremos más tarde". He tenido una visión de ella y la del paquete del otro día como equipo triunfador de mentes brillantes pegando los sellos al bocadillo y comiéndose las cartas.

Festival de la creatividad

Ayer fue domingo y yo lo celebré pasando la mañana en la feria de muestras de Bolonia viendo la exposicición "Fiera della creatività"
El recinto estaba dividido en dos pabellones: "Modelismo" y "Creatividad", como si una cosa excluyese la otra (el cartel del segundo pabellon por cierto estaba llenico de flores y mariposas, anunciando lo que me iba a encontrar)

La feria estaba a rebosar, a medida que el gentío se acercaba al pasillo que separaba los dos pabellones la masa se destilaba: a la izquierda sólo iban los treintañeros con camisetas negras y logotipos de la Guerra de las Galaxias o Los Simpson, y a la derecha solamente mujeres (de todas las edades).

El pabellón de la creatividad, que se podría subtitular: "lo que tú, ama de casa, eres capaz de hacer entre cocido y cocido", estaba compuesto por innumerables estands divididos según las distintas técnicas para hacer manualidades: bisutería, muñecas (del terror, con puntillas hasta en las pestañas), decoupage, scrapbooking, encaje de bolillos....

Jamas he visto tanto lazo, tanto osito, puntilla y pompón en mi vida, aún me tiembla mi incipiente bigotillo. Cada estánd estaba patroneado por una mujer, en lo que parecía ser un uniforme, aunque no lo era, que cumplía con las normas no escritas de llevar collares con flores de fieltro, faldas con apliques de ositos, un foular multicolor, delantalito con letras amorosas en las que se leía "felicidad" o "amor" rodeadas de corazoncitos y pulseras de botoncitos, y todo lo que pueda terminar en ito. "Dios ¿en qué me he convertido?", pensaba ayer, "¿cuando dejé que mi mundo se viniera abajo?.
Las pájaras en cuestión explicaban con demostraciones las técnicas mas básicas de sus bodrios decorativos. Así, podías ver cómo hacer con cruceta un cartel de "Bienvenido" con galletitas de chocolate alrededor y un angelito que sonreía betificamente mientas un osito rechonchete trataba de darles un bocado, técnica infalible para evitar las visitas a tu casa, o cómo forrar tu hogar de adornos navideños con campanitas, cascabelitos y florecitas para asegurarte de que los reyes magos no entren por temor de sufrir un ataque de diabetes.

De todos modos, yo tengo mis tres preferidos entre la lista de los truños caseros que una creativa puede hacer antes de pasar el aspirador. Por favor, si en vuestro barrio hay exposiciones de los cursos de manualidades del vecindario no os lo perdais si estos incluyen:

1) Casitas de muñecas: o cómo hacer del terror una forma de vida.

2) Decoupage: o cómo coger un plato, una taza o una cuchara y decorarla con angelitos hasta garantizar una indigestión o cagalera.

3) Scrapbooking: este es mi favorito. El mejor: Tu coges la foto de comunión de tu hijo bizco vestido de capitán de marina mirando al infinito con el fondo lleno de gavilanes formando un corazón, un nuevo testamento y rosario en la mano derecha y en la izquierda una flauta travesera, y como no estas satisfecha del resultado, la cosa no te quedó lo suficientemente bonita, le falta algo, pues la pegas en un álbum y das rienda suelta a tu imaginación: alrededor le añades lentejuelas, puntillas, lacitos formando soldaditos de plomo, y con palabras rigurosamente en inglés "love" en las cuatro esquinas.

Entonces la cosa sí que te queda completita para enseñárselo a las vecinas, y puedes sentirte orgullosa de tu creatividad.

Querida Italia

Acabo de vivir en todo su esplendor un momento: "Querida Italia", que la vida me regala muy frecuentemente, pero como lo tengo tan fresco porque acaba de pasar lo quiero compartir con vosotros.

Esta mañana he ido a Correos, la fantástica "Poste Italiane", para pagar una multa y enviar un paquete a mi madre porque su cumpleaños es el 26 de noviembre.
Quería enviarle un paquete de considerables dimensiones lleno de las tontadas que hago por rellenar el tiempo: es un ramo de flores de papiroflexia.

Así que me pongo en la fila con mi paquetón y cuando me toca la mujer de la ventanilla me mira escandalizada y espeta: "¿no tendrá pensado enviar el paquete?", quiero responderle "no, se llama Fuffi, es mi mascota y me la llevo a todas partes", pero me controlo y le respondo "sí, esto es correos, ¿no?, y querría también pagar una multa". Me dice: "La multa te la cobro", (solo faltaria), "pero el paquete no te lo puedo hacer yo porque me falta lo necesario".
Y he pensado en ese momento, ¿qué demonios se necesita tener a disposicion para enviar un paquete?, ¿un tirachinas?, a menos que se referiese al hemisferio del cerebro que conecta con el resto del cuerpo.
Pero le sonrío serena. porque tenía tiempo, y ya son años viviendo en este país, tengo callos en la paciencia. Pago la multa y me vuelvo a poner en la fila con el paquete.
Me vuelve a tocar con la compañera de al lado, veinte centímetros de distancia: la misma ventanilla, el mismo material a disposición. Me mira como si le estuviera apuntando con un rifle y me pregunta: "¿ese paquete es para enviar?". De nuevo le quiero responder que no, que es mi marido pero es transformista. Me lo callo y le digo que sí. Me responde: "yo nunca he enviado ningún paquete así que vamos a leer las instrucciones juntas".
La observo, tendrá unos 60 años, y pienso que o es la becaria del asilo y está haciendo unas prácticas, o lleva 30 años trabajando en los urinarios de la oficina para cambiar el papel, porque no me puedo creer que una tipa próxima a la jubilación, en la ventanilla de correos, jamás haya mandado un paquete. Pero lo que hace a continuación me confirma que no me miente.

40 minutos, queridos todos, 40 minutos para mandar un regalo a mi madre. Durante ese tiempo he vivido perlas como no saber calcular el peso neto del paquete porque no sabía cuánto pesan las cajas que ellos venden alli y ni por la recámara del cerebro le ha pasado la idea de pesar una, no saber cómo pegar la etiqueta, preguntarle a la suma sacerdotisa de al lado, la que había escurrido el bulto anteriormente, cómo se rellenaba el informe y ella respondía sacudiendo los hombros "tú hazlo como creas", no saber cómo meter la hoja por la impresora... al menos he salido con la convicción de que jamás llegará a su destino.

Al final, le pregunto, en un acto de masoquismo extremo, cuánto tardan en teoria en llegar los paquetes en Europa. Me mira completamente desencajada como
si le hubiera preguntado quién mató a Kennedy o cómo se forma la masa del cemento. Me responde: "no lo sé, pero ni idea", y le pregunta al as de sotas de al lado, que contesta:"¿un paquete?, ¿llegar?, ¿tiempo?, NI IDEA, pero que ni idea, lo siento, pero, ¿quiere informarse del servicio de telefonía que ofrecemos aqui?"

Mi querida italia, tardaré en acostumbrarme a estas cosas

Cocina con Teresa

Dice Jorge Bucay, mi gurú de los libros de autoayuda, de los que soy una aguerrida fan y por eso estoy tan mal de lo mío, que no hay que temer al fracasosino enfrentarse a él, con energía y tesón.
Así que aquí estoy yo enfrentándome a uno de los fracasos mas recalcitrantes de mi vida: "la cocina y yo".

Desde que vine a vivir a Italia he tratado por temporadas de desatar el ama de casa frustrado que vive en mí, y más en estos meses que no tengo nada mejor que hacer, emulando algún capítulo de La Casa de la Pradera que inconscientemente se ha encajado en mi subconsciente, tratando de guisar desde las recetas más sencillas hasta las igualmente sencillas pero más difíciles de leer porque están en italiano.

Tartas, pasteles, galletas, guisados, sopas, ensaladas... el resultado es siempre el mismo: algo incomestible.

Yo mezclo todos los ingredientes, y después los meto en algun recipiente que va al horno, o al fuego, o en muchos casos, como última meta, la basura, ya que cada ingrediente evoluciona por su cuenta, dando una mezcla heterogénea. O dicho de otro modo: tropezones nauseabundos que flotan en algún líquido, porque uno de los componentes era cremoso o ha sudado durante el proceso. Y cuando consigo que se mezclen todos dando una cierta masa uniforme, al menos uno se rebela. Como ayer, que hice un pastel salado de espárragos pero me confundí de hojaldre y lo compré dulce, que asco daba. O algún ingrediente está pasado, o no lo he puesto, o se quema, o se queda crudo, o simplemente no iba en la receta y me he confundido de bote.

Diría que es una cocina anárquica: nada de lo que hay sobre el plato obecede regla establecida salvo una: todo sabe mal. Bueno, tengo que decir en mi defensa que hay una receta que tengo muy lograda y que siempre esta muy rica: la leche con Cola-Cao

Uno podria pensar que son paranoias, que me exigo demasiado a mí misma. Pero pequeños indicios como que cuando alguien viene a casa dice no tener hambre o que desde hace meses siempre me invitan a cenar a su casa los amigos y dicen que la mía está muy lejos, y cuando preparamos cenas en común, pregunto " ¿yo que hago?" me responden: "tú trae el vino", me hacen sospechar que puedo no estar equivocada.
O simplemente el hecho de que cuando Luca se sienta a la mesa, mira el plato, me mira a mí, mira el plato, me mira de nuevo, y gime en un hilillo: ¿podemos dárselo a los gatos?, me da a entender que no tiene ni el valor de intentarlo.
Los gatos estan gordos como tocinos, eso sí, aunque muchas veces les ponemos la comida delante y miran el plato, nos miran a nososotros, miran el plato, nos miran a nosotros y maullan con infinita melancolía, miauuuuuu; que quiere decir: ¿se lo podemos dar a las gallinas?. Éstas son el último eslabón en la cadena alimenticia de Teresa. Son muy agradecidas, nunca decepcionan. Se comerían a sí mismas si llegasen con el pico.

En este país la mayor parte de los encuentros sociales se hacen en torno a la mesa propia. Y lo odio, porque no quiero poner la vida de mis amigos en riesgo. Renuncio. Hoy tengo una invitada a casa y ayer me preguntó si me traía algo, le respondí que no, que lo tenía todo preparado, así que le recomendé que viniera ya cenada

Nuestro público

Mientras preparo con afán una crema de calabacín, estaba recordando que hace unos días fuí a correos, "Poste Italiane", a pagar las facturas de agua, gas, teléfono y calefacción, una sangría monetaria, sin lugar a dudas, pero eso es un detalle comparado con la sorpresa que me llevé al comprobar que el empleado de la ventanilla me trató con una amabilidad inusitada, conmovedora, se me saltan las lágrimas todavía al recordarlo.

Yo estoy acostumbrada, y desde que vivo en Italia mucho más, pero infinitamente más, a que cuando me acerco a una ventanilla mi interlocutor me mire con lo que denomino "cara de asco supremo" o "Ratatuille". Es decir, la misma que uno pondría si se acabara de enterar de que la menestra que se acaba de comer la ha cocinado una rata y precisamente esa rata está delante preguntando como rellenar unos informes: repugnancia y desprecio superlativo elevado a la cuarta potencia y despues al cubo, la teoría del cáos en una sola expresión facial.
Es una osadía, una felonía imperdonable por mi parte robarle minutos a un funcionario de su potencial pausa del café, que dura desde que atraviesa la puerta por la mañana media hora más tarde porque ha hecho la compra hasta que vuelve a su casa antes de lo previsto porque el estrés le provoca dolor de cabeza.

Creo que todo el mundo debería gozarse al menos una vez en la vida la experiencia de solicitar algo en la administración publica italiana. Es una vivencia que enseña, fortalece, fija y da esplendor.

Para mi estupefacción, el hombre fue un encanto, me explicó todos los formularios que tenia que rellenar para todos los servicios que ofrecen en correos, que van desde telefonía hasta la venta de libros. Me dió consejos, me preguntó por mi impresión de Italia como española. Vamos, sólo le faltó pedirme la fecha de mi cumpleaños para mandarme un detallito.
Y mientras salía por la puerta de Correos creyendo estar viviendo en una realidad paralela, caí en el hecho de que el tipo en cuestión pasaba sobradamente los sesenta y en ese momento me vino a la cabeza la ya casi olvidada teoria de nuestro público:

Todos tenemos nuestro público: ese sector de población al que gustamos y con el que tenemos posibilidad de tener éxito cuando tratamos de caer bien, o en períodos de caza, de seducir.
Por ejemplo: Angelina Jolie tendrá seguramente un público dell 99% de la población y la Pajín probablemente uno mucho menor.
Me acuerdo en clase, en la Universidad, cuando alguien se quejaba de que no ligaba, le aconsejábamos: "Es que te tienes que concentrarte en tu público. Gasta las energías en tu público, que tendrás más probabilidades".
Mi problema es que determiné muy pronto cuáles eran los dos grupos de mi público. Y no era muy esperanzador:
- Poblacion Inserso, más de 60, jubilatas
- Inadaptados sociales, en especial el subgrupo "con cara de pringaos"

Por fortuna, he coseguido eludir alguas veces esa teoría y salir con gente normal, en el caso de mi marido estaba borracho cuando me conoció así que el filtro del alcohol ayudo considerablemente a lo mío.

Por eso este señor fue tan amable, formaba parte de mi público. La teoría de mis dos grupos supera incluso los escollos de la cara Ratatuille, yo sé que con los viejunos voy que vuelo.

y vosotros, ¿teneis determinado cuál es vuestro público?

Grandes momentos en el Lidl

En estos últimos meses mi vida es divertida y excitante como una fiesta de convento de clausura. Los dias pasan colmándome de experiencias fascinantes como bajar la basura. El aburrimiento, como todas las cosas, cuando abunda agota, y es tal el que me colma, que el momento algido de la jornada, y lo digo en serio, es ir al lidl.

Hoy me he encontrado a mí misma contándole a mi madre, como quien habla de sus vacaciones en las Seychelles, mi compra en el lidl. Ahí me ha saltado la alarma: Teresa estas fatal.

Declaro aquí que comprar en el supermercado es una de las cosas que más me inquietan, sobre todo cuando me toca pasar por el pasillo de los yogures. No sé si será la brumilla que rezuman las cámaras frigoríficas, tanta concentración de bífidus en tan pocos metros cuadrados o el frío helador de la zona, pero siempre siento un vacío existencial cuando estoy en el corredor de los Danones y normalmente llamo a alguien para que me haga compañía al menos telefónicamente en esa desoladora circunstancia.

Pero el Lidl es otra cosa, no es ese lugar frío ni impersonal que llamamos supermercado sino esa jungla donde se aglutinan cajas de cartón vacias, hojas de lechuga descartadas, y botes de conservas desparramados.
Siempre he pensado que si rodase una pelicula futurista sobre la vida humana despues de la cuarta guerra mundial utilizaria el lidl de mi barrio como escenario: cada pasillo es un homenaje a un campamento de refugiados.
Pero lo mejor está siempre en la seccion de las ofertas de la semana, lo tienen todo: son inútiles, de mala calidad, y tienes la completa seguridad de que al menos les falta una pieza.
Yo no hay semana que no compre algo, ademas como siempre quedan solo 3 confecciones, de las cuales dos estan abiertas y destrozadas, la que queda la coges al vuelo antes de que alguien te la quite.

Cuando voy siempre compro algo que no necesito, y que tampoco quiero. El lunes, por ejemplo, me compré una máquina para cocinar al vapor. Llevo tres dias cocinando todo al vapor y hoy he confirmado que me da asco, pero está muy bien, porque ocupa lo mismo que una nave espacial y en mi casa de 40 metros cuadrados era lo que necesitaba.
Hoy a puntito he estado de comprarme una maquina de coser, aunque no sé coser ni ganas tengo, pero ocupa más que la máquina para cocinar al vapor, y estaba tan de oferta. Al final te pasa como en el teletienda: sabes que es inutil, sabes que es caro, pero qué ganas te entra de comprarlo.

Polling

Hoy he visto por televisión a Chucky, Chuck Norris hablando de una máquina para hacer deporte que le pone hecho un machote y yo para no ser menos os voy a confesar, el secreto de mi piel tersa.
Podría tratarse de la crema de veneno de serpiente que anuncian en Onda Cero, que tiene toda la pinta de ser infalible, pero no es así, sino que se trata de ejercitar lo que voy a denominar el Polling: pelearte con un desconocido, o lo que comúnmente se llama "montar un pollo", pero gordo, con el primero que pase por delante.

Cada vez salto con más frecuencia en el momento que cualquiera me habla de malos modos. Al principio me daba verguenza exagerar pero luego me deja tan relajada, que merece la pena (y de lo que se libran luego los que viven conmigo), y lo hago muy a menudo, demasiado quizás.
Me gusta montar la escena en plan histérica, con hombres de dos por dos metros, con cara de chulos, ya sé que me juego el tipo, pero oye, igual se puede encuadrar como deporte de aventura.

Hoy le ha tocado al dueño de un garage. Yo había aparcado delante porque quería entrar en el supermercado de al lado, que tenía todo el aparcamiento vacío, por cierto. El dueño ha salido con cara de malote, de chulo piscinas y me ha dicho "oiga señora si no es cliente del garage quite el coche de ahí INMEDIATAMENTE", y ha vuelto a entrar, (por supuesto el hombre tenía toda la razón para quejarse, pero eso es lo de menos, lo importante es desahogarse cuando te apetece y te tocan las narices), y a mí me ha sentado como un escupitajo en un ojo esos aires de emperador del aceite de motor que se ha gastado (y llevo tres semanas encerrada en casa, podeis imaginaros lo cargadica que iba).
Así que he entrado al garage, he buscado al tio y le he dicho a voz en cuello, "a ver, salga usted conmigo y dígame donde esta el cartel que lo dice", (si tiene huevos no lo he dicho, pero quedaba sugerido entre lineas), "pero señora, si tiene un aparcamiento de 50 plazas vacío en el supermercado", "pero ese no es el punto, es una cuestión de educación, salga conmigo y dígame donde está el cartel, o métase usted esos aires de cherif donde le quepan" es que me encanta usar la palabra cherif en italiano, se dice sheriffo, suena muy musical, y se lo digo a todos esos chulos con los que me tropiezo.
La verdad es que me pongo tan histérica, porque grito como poseída, por nada, que los dejo descolocados y ninguno me ha dado una bofetada todavía, así que es menos peligroso que el puenting, y oye lo a gusto que se queda una.

Chicas, descargad todas vuestras frustaciones acumuladas por el jefe, por el trabajo, por esos kilos de mas que no deberían estar ahi, con el primero que se os cruce.

Te deja como nueva, el unico peligro, ademas del físico, es que si vives en una ciudad pequeña como yo, tienes el riego de que te etiqueten dentro del grupo de los perturbados de pueblo, junto con el que pide la monedita, la vieja con 25 gatos en casa y el ex-heroinómano con el cerebro frito. Pero merece la pena, y deja la piel muy fina.
Ya me contareis si os funciona

Terror urinario en Ryanair. Normas de la compañía

Hace unos mese tomé el vuelo de Ryanair desde Zaragoza a Bérgamo.
Tengo miedo a volar, sobre todo cuando se atraviesa una zona de turbulencias y me da la sensación de que el avión se va a precipitar contra una de las cumbres mas rocosas (porque las turbulencias solo se atraviesan cuando uno esta sobrevolando una zona montañosa, o rocosa , o llena de clavos y estacas, sobre el mar jamás ocurre nada a menos que se sobrepase un oceano infestado de tiburones ), pero he descubierto que con dos o tres cervezas entre pecho y espalda todo se lleva mucho mejor: la indiferencia con que tomo cada una de las sacudidas que puede dar el artefacto es directamente proporcional al grado alcohólico que rige en mi sangre, por lo que ni decir tiene que si ya soy una aficionada al cocerse porque sí, lo haga de mejor gana cuando el objetivo es evitar una escena de vergonzoso histerismo.

Concretamente el jueves di lo mejor de mí en el bar del aeropuerto, tomando las cervezas suficientes para que se me suba el alcohol, que no son muchas, pero tampoco son pocas, y tan ricamente estaba levantando el codo entre bolsa de patatas fritas y plato de aceitunas que ni me di cuenta de que llamaban para el embarque, hasta que en una empinada de codo miré el reloj y vi que quedaban 20 minutos para salir, por lo que era seguro que ya estaban embarcando al avion.

Me levanté de un salto , me dirigí a la sala de embarque y vi que prácticamente todo el mundo había subido al avión,. Sentí ganas de ir al baño pero pensé,”no me puedo permitir el lujo de ir ahora al servicio, no vaya a ser que salgan sin mí, porque en Ryanair no esperan ni al piloto, así que subo y en cuanto despeguen iré al váter a desahogarme”.

Viajar con Ryanair debe ser lo mas parecido al billete de tercera en un tren que yo nunca he conocido, con la diferencia de que el pueblerino con las gallinas y los jamones ha sido sustituido por el veinteañero granujiento con mochila de trecking, que complementa con otra mochila mucho más grande que ha sido previamente facturada no sin grandes esfuerzos, porque el momento de la facturación es como jugar al Tetris con un tirano. El tirano es el o la azafata de Ryanair cuidadosamente seleccionados entre los seres más desagradables de la población útil (aunque aquí me permito dudar del ultimo termino), y actúan como virreyes de su propio territorio, el mostrador de facturación, donde ELLOS deciden cuál es el límite de kilos en la maleta, “es 15, llevas 17 pero hoy por mi magnanimidad y mi infinita displicencia te voy a perdonar la vida”, o todo lo contrario “ hoy me he levantado con una picadura de mosquito en el mismísimo ano y no me sale del susodicho lugar que pases con 2 kilos de mas, así que vete a pagar la cantidad indecentemente abusiva que te corresponde a el mostrador que esta situado exactamente en el punto más lejano de todo el aeropuerto, después vuelves y ya te diré yo cuando puedes pasar”, y entonces comienza el Tetris, porque antes que pagar uno está siempre dispuesto a lo que sea, en este caso abrir todas las maletas y probar las combinación ganadora: “los zapatos en la mochila que subo al avión, el neceser a mi compañero, que lleva menos peso, y no me extraña ,no se ha cambiado el guarro durante toda la semana, o mejor los zapatos al guarro y paso a la mochila la ropa sucia que pesa mucho”..., y así durante un buen rato, si osas quejarte por ejemplo porque a la zorra de la azafata le da por decirte que no puedes llevar dos bultos al avion, la mochila y el bolso, ella te responde odiándote: “esta en las normas de la compañía”, y tu aceptas porque reconoces que nunca las has leido y como sale tan barato volar merece siempre la pena la desazón, aunque sea verdad que las normas las apliquen los empleados según les salga de sus genitales, que yo me imagino a un azafato sodomizando a los pasajeros porque esta en el reglamento de la compañía y los clientes diciendo,”hay que dolor pero es que sale tan barato volar que no me extraña que sean tan extrictos”

Pero volvamos a mi situación dentro del avión: Yo haciéndome pis antes de que despegasemos porque todas las cervezas que me había encajado empezaban a hacer sus reacciones químicas, el alcohol habia llegado con gran poder a mi sangre y el líquido a mi vejiga. El aparato despega y en cuanto me parece que esta lo suficientemente estable, naturalmente con un criterio fundamentalmente alcohólico, me dirijo como una exhalaciñon al baño, que está cerrado y una azafata me dice en inglés que por normas de la compañía hasta que no se apaguen los pilotos que indican la obligación de abrocharse el cinturón (“sí señora los dibujitos del cinturón que están al lado del interruptor de la luz y el prohibido fumar”) no pueden abrir los baños. "Son normas de la compañia".
Vuelvo a mi asiento. Han pasado 5 minutos desde que despegamos ( y muchisimos mas desde que descubrí que tenía que ir al baño). Decido cerrar los ojos, pensar en otra cosa y cuando los vuelva a abrir el piloto se habrá apagado.
Abro los ojos:6 minutos, encendido. Los cierro.
Abro: 7, encendido. Abro: 7 otra vez y está pasando una azafata con esas revistas que hay que devolver al final del vuelo, dobladas y amarillentas de tanto uso, pero es divertido ver si la que te toca tiene todas sus paginas, cosa prácticamente imposible. Mi compañero me pregunta algo en italiano, no le he entendido pero es igual, le respondo: "yo sólo quiero ir al baño". Cierro los ojos, los abro: 8, luego 8 y medio, 8 y tres cuartos, 9 minutos.

Y llega el momento de la revelación: da lo mismo que el hombre haya alcanzado las más altas cimas, haya atravesado el espacio, dominado los océanos, todavía no hemos sido capaces de dominar nuestro cuerpo, y cuando te meas es que te meas de verdad y no hay nada que pueda evitarlo. Empecé a sudar, a cambiar de posición para que los calambres de la vejiga no se sientieran tanto....20 minutos. No podía más. Es ese momento en el que uno es consciente de que se lo hace encima.
Me levanté, realmente no aguantaba mas y si todas las azafatas estaban paseándose por el vuelo era imposible que yo no pudiera hacer pis. Me acerqué al baño que estaba cerrado, le pregunté a una azafata si por favor me podia abrir porque tenía que ir al baño en un inglés casi perfecto inspirada por la necesidad y el alcohol creo que puse acento de Oclahoma de lo que me apretaba el deposito. “no, lo siento no puedo abrir la puerta son normas de la compañía”. “pero es que realmente tengo que ir al baño” repuse gimiendo, “no puedo , hasta que no se apague el piloto” yo estaba tan segura que si no me abrian la puerta me lo hacia encima que insistí: “estais todas de pie, el avion esta estable, ¿por qué no puedo ir al baño?” “No podemos abrir la puerta del baño hasta que no lo indique la luz, normas de la compañia” , como estaba levantando un poco la voz por desesperación se acerco otra azafata para ver que pasaba “de verdad es que tengo que ir a baño” “ se encuentra mal, quiere vomitar”, me lo decia esta segunda zorra acercandome una bolsa de papel para que expulsase la merienda si me venia en gana, “no, es que de verdad necesito ir al baño”. LLego una tercera, esta debia ser la jefa de todas porque era la que más cara de mala leche ponia “nostras no podemos abrir la puerta, es por su seguridad”, “pero si estais todas en pié”, “si pero nosotras respondemos de su seguridad” , “pero por favor”, pensé: "ojalá fuera un tío y pudiese sacarme la chorra para hacerme pis encima de ellas y decirles: me meo yo en vuestra seguridad", pero seguí rogando: “por favor”, “si el piloto esta encendido es porque estaremos atravesando una zona de turbulencias o algo, y es por su seguridad, normas de la compañia”, "la unicas turbulencias que hay aquí deben ser las provocadas por tu esfínter pensé yo", pero sólo lancé un por favor más y me rendí a la evidencia, me iba a mear encima, pero justo cuando la zorra jefe acababa de pronunciar por última vez la palabra seguridad, se apagó la luz indicadora, y me abrieron el baño.

Entré de un salto y mientras mingitaba pensaba, “pues casi es mejor una escena de histerismo por miedo al avión que una porque te meas encima, la próxima vez no me emborracho"

Confesión de un complejo perfumado

Cuando una como yo entra en una perfumería, espera comprensión, apoyo, consejo; como, cuando un enfermo va al medico, necesita que el doctor se identifique con su problema, que en este caso es la celulitis, una piel con exceso de grasa, granos, rojeces y todas esas cosas que dicen en los anuncios de cremas. En cambio, lo que espera una vez atravesado el quicio, son dos o tres veinteañeras bronceadísimas en cualquier época del año, como si detrás del mostrador, en vez de tener la puerta que lleva al almacén, hubiese una puerta espacio-temporal que transporta a las Bahamas y de la que, cada vez que la atraviesan con la excusa de buscar un producto, volvieran aún más morenas que cuando entraron.

Estas mujeres, delgadas, monas, monísimas, pintadas y vestidas para un encuentro con el embajador a la salida del trabajo, sustituyen automáticamente la sonrisa de forzada felicidad por un suspiro de desprecio; es automático, como el resorte que saca las tostadas de la tostadora cuando acaba el tiempo; en este caso, en el exacto instante en que su mirada se posa sobre tu cara, la sonrisa claveteada en su cara se desatornilla y, quizás por el tiempo que lleva forzada en su posición, en la caída se transforma en una mueca de desprecio; probablemente es la que tienen durante el resto de su vida, cuando salen de la perfumería, y es solo ahí, cuando al echarse la laca sobre el pelo, la que cae sobre la boca las hace parecer simpáticas.

Así que una entra, se encuentra a estas pájaras que al primer golpe de vista te desprecian, y te das cuenta de que no respiras el mismo aire. Ellas son las diosas de la belleza, saben cómo combinar colores, están siempre bien peinadas, huelen siempre bien, incluso después de correr 100 kilómetros a 40 grados con un pastel de boñigas sobre la cabeza, los zapatos siempre limpios y a juego, las cejas perfectamente depiladas; son, en definitiva, la portada de un anuncio de moda viviente. Y tú eres una vergüenza para el género femenino.

Con la sensación de inferioridad total, de esclava, súbdita, vulgo, le preguntas a la diosa si te puede recomendar alguna crema para el contorno de ojos, pero en ese punto quieres gritarle: "ya sé que no tengo remedio, soy fea, andrajosa y estropeada; pero, por dios, sálvame, sálvame de esta miseria, apiádate de mí, dame tu solución mágica para transformarme en una como tú!!!"

Ella te mira condescendiente, puede ser que este sea tu día afortunado y te recete la formula mágica, así que te sonríe con desgana, porque la sonrisa inicial de felicidad exultante está reservada solo a las diosas como ella, te lleva al pasillo de las cremas insultantemente caras y te explica todo con diminutivos, porque tú no tienes granos, tienes granitos; y tus arrugas son arruguitas, probablemente porque eres un ser tan despreciable que todo en ti es ínfimo. Resulta que esa crema tiene que ser aplicada antes y después de otra veintena de productos de cuyos nombres tu jamás habías oído: la crema nutritiva, crema de día, crema de noche, exfoliante, hidratante, mascara facial.


La miras estupefacta, la virgen lo que te queda por hacer; casi se te quitan las ganas de comprarte lo que buscabas, porque tampoco se va a notar si te falta todo lo demás. Ella pasa a relatarte entre diminutivos el proceso de cuidado que deberías hacer todos los dias, —¿necesito pedir reducción de jornada para que me llegue el tiempo?—, le pregunto; ella me ignora, para que entienda quien manda.


Bueno, eliges al azar, entre los otros 20 productos que te ha nombrado, otros 3 que a tu juicio no cuestan mucho y que pueden completar tu proceso de transformación, rezando para que el milagro se realice y después de tres semanas te parezcas a una tía buena. En ese momento pedirias una hipoteca para comprarte todos los productos que tienen y parecer por unos instantes impecable, perfectamente maquillada, perfumada y divina.

El estado de éxtasis te embriaga hasta que traspasas la puerta hacia la calle y la realidad te escupe como lo hace el olor de la calle, que ya no huele a mandarinas con toques orientales. El mundo real no esta plagado de diosas, piensas, y además esa zorra me ha tratado como a una imbécil, y me acabo de gastar 150 euros en tres tubos mas pequeños que la pasta dentífrica.

El principio de todo esto

Soy de Zaragoza pero vivo en Imola, Emilia Romagna, Italia. La razón es únicamente sentimental. Hace 10 años hice la Erasmus en Italia, en Turín; después de un año allí, me juré a mí misma que no volvería a Italia y jamás tendría una relación con un italiano, porque son todos unos chulos, decia yo.

Como siempre, fiel a mí misma y a mis convicciones, hace 5 años conocí a un italiano que pasaba por casualidad, me enamoré fulgurantemente y, como en mi ropero no hay nada de talento para ponerme, dejé todo, trabajo incluido, para casarme y vivir con un tipo al que sumando todos los días distribuidos en un año de esporádicos fines de semana románticos, conocía de tres semanas.
Podía haber sido un polígamo encubierto o un criminal buscando una tapadera, pero la realidad se demestró mucho más desconcertante; resultó ser un agricultor que vivía en una casa con su familia, en medio de la nada, rodeado de 100 hectáreas de melocotoneros, manzanos, perales y todas esas cosas con las que se hacen zumos.

Y yo pensé, pues qué bonito va a ser esto de volver a la esencia del ser humano, dejar la ciudad con toda su confusión, abatimiento y agitación, y volver a las cosas básicas, al silencio y a los sabores esenciales, entre otras cosas.

Mi primera observación al llegar al campo fue: “aquí huele a mierda”, probablemente porque ése es el componente fundamental del abono que habían extendido la semana de antes. El campo está muy bien, pero en postales. En la realidad, está lleno de bichos voladores de varios tamaños, desde mosquitos hasta pajarracos con intenciones dudosas; las de los mosquitos están muy claras, esos malditos chupasangre. Las de los pajarracos son completamente un misterio: ¿qué tipo de bifidus activo toman que les va tan bien?, ¿por qué defecan tanto y tan seguido? , ¿qué enigma se esconde detras de su esfínter?

Otro mito que rápidamente defenestré fue el de los sabores auténticos y genuinos de la naturaleza. Yo me he criado alimentada por los pechos de Hipercor, todo lo que he tomado en un plato ha pasado por una bandeja de plastico y eso marca. Teníamos en la casa un corral muy mal amueblado lleno de animales comestibles: pollos, conejos, ocas y cerdos. Acostumbrada como estaba yo a que los filetes de lo que fuera me supieran siempre a lo mismo, el hecho de que el cerdo supiese tanto a cerdo y el pollo tanto a pollo agredía con salvaje violencia alimenticia a mi virgen paladar. No me gusta que los animales sepan a lo suyo, porque ese regusto rancio y acusador me retrotrae a esa entrañable escena de su pasado cuando correteaban por el patio y se escagarruciaban por todos los ricones (prefiriendo siempre, además, el lugar donde se tiende la ropa limpia).

En fin, hasta tal punto me resultaba fuerte el sabor, que a escondidas de mi suegra (que era la que liquidaba todo lo tuviera mas de una pata) me iba al supermercado a comprar esas deliciosamente asépticas bandejas que contienen material de origen indefinido y eso era lo que comíamos en mi cocina. A los otros cadáveres, los de los animales de mi corral, les hacía un sentido entierro con su velatorio.