mercoledì 15 settembre 2010

La tésis de Baltasar

Un bebé es un detector perfecto para un campo minado.
Prueben ustedes a dejarlo solo en una habitación y verán como es capaz de detectar aquello que más ensucia o que más les puede perjudicar y dirigirse hacia ello como una exhalación. Si hay un cepillo van a chuparlo, si es un enchufe a meter los dedos, si es un cuchillo a cogerlo como un sonajero. Los seres humanos sentimos una innata atracción por el peligro. El miedo es la madurez de nuestra conciencia que, a medida que se desarrolla se desprende de la osadía para hundirse en la prudencia.
Allí donde nació Baltasar, a los niños se les tiene encerrados en una jaula suspendida en las ramas de un árbol, y sólo se les baja para que sus madres puedan amamantarlos en los momentos del día que el jefe de la mirada lánguida pero cabello fuerte determine. Y esto ocurre hasta que cumplen los tres años para que no degenere su atracción por el peligro. Pasado ese periodo y hasta que cumplen la adolescencia no se les deja salir del poblado. LLegados los 12 años es tal el deseo de enfrentarse a lo desconocido y tanta la rabia acumulada que desarrollan un inigualable agresividad y valentía. Son excelentes guerreros, sanguinarios e inclementes. Se conocen hasta ahora 18 tribus enemigas, pero ninguna es rival. La palabra que en las distintas lenguas de los poblados vecinos equivale al nombre de la aldea de Baltasar es en todas ellas sinónimo de muerte.
Baltasar nació ciego. El jefe de la mirada lánguida determinó mantenerlo en la jaula hasta que cumpliera los tres años, la edad de “la libertad del alma blanca”, alimentándolo sólo con jugo de raíz. Una vez alcanzada la edad suficiente para salir de la jaula se le abandonaría en el bosque. Si merecía ser un guerrero, volvería al poblado vivo, si no, moriría para alimentar a los animales salvajes con su cuerpo defectuoso.
Tres días después del abandono forzado apareció delante de la casa de su madre acompañado de un tigre blanco. Después de horas de incertidumbre y observación se descubrió que el niño podía ver a través de los ojos de la fiera que permanecía mansa a su lado y no se despegaba ni un sólo metro de él. Nadie podía saber que el tigre había sido abandonado por la manada moribundo y que sólo la presencia de Baltasar permitía que permaneciera con vida, como si ambas criaturas destinadas a una muerte inmediata hubieran encontrado una simbiosis desesperada en contra de los instintos de su naturaleza en un esfuerzo extremo de lucha contra la crueldad de su especie.
La tésis de baltasar, que detallaré en mi próxima visita si ustedes me lo permiten puede resumirse así:“el miedo impide acercarse a tigres que pueden darnos la visión real del mundo”

2 commenti:

  1. Impresionante relato. Me ha gustado mucho. Las buenas historias son las que excitan la imaginación, y ésta lo hace. ¿La aldea existe de verdad? ¿Es una leyenda africana? ¿O hindu? ¿O propia?

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  2. gracias majo, es propia, la escribí porque alguien me pidió que creara una historia a partir de una frase: un bebe es un detector en un campo minado

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